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La Visitación de María

En esta fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel, releamos el Magnificat, que está lejos de ser un discurso conformista...

39En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».46María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor,47se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;48porque ha mirado la humildad de su esclava. | Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,49porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: | su nombre es santo,50y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.51Él hace proezas con su brazo: | dispersa a los soberbios de corazón,52derriba del trono a los poderosos | y enaltece a los humildes,53a los hambrientos los colma de bienes | y a los ricos los despide vacíos.54Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia55—como lo había prometido a nuestros padres— | en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».56María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa. (Evangelio según san Lucas 1, 39-56)

La Visitación de Pontormo, 1528, iglesia de Carmignano, Toscana, Italia. (Foto: Wikipedia)


Antes del encuentro de María e Isabel que celebramos hoy, Lucas se ocupó de relatar la aparición del ángel a Zacarías en el templo. Zacarías, el marido de Isabel, era sacerdote y oficiaba en el Lugar Santísimo cuando le anunciaron el nacimiento de un hijo profeta. Su reacción, marcada por la duda y la desconfianza, contrasta vivamente con la de María, que había respondido al ángel con toda su fe.


Zacarías había argumentado sobre la base del "imposible humano" (imposible tener un hijo a su edad y a la de su esposa), mientras que María había aceptado entregarse al "posible divino" (pues "nada es imposible para Dios", le había dicho el ángel). La falta de escucha de Zacarías le obligó al silencio. En cuanto a María e Isabel, que supieron escuchar y discernir los signos de la presencia y la acción de Dios, ambas están llenas del Espíritu Santo, que les permite alegrarse y expresar su gozo en uno de los diálogos más magníficos del Evangelio.


En efecto, a Isabel se deben algunas de las palabras más bellas del Ave María: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre". María es "bendita entre las mujeres" en el sentido de "entre" las mujeres. Sí, María debe ser considerada como la más humana de las mujeres. Sus cualidades de santa, virgen e inmaculada no la privaron de la lucha espiritual que marca toda vida creyente y que ella expresa en el Magnificat.

El Magnificat no es una oración suave y conformista. Todo lo contrario. Aunque María muestra una profunda sencillez ("Miró la humildad de su esclava"), también sabe afirmar, sin falsa humildad, que todas las generaciones venideras la recordarán por las grandes cosas que Dios Todopoderoso ha hecho por ella.


El resto de su cántico describe un juicio fantástico en el que Dios restablece plenamente toda la justicia dando a cada uno lo que le corresponde. La misericordia se concede a los que temen a Dios, un temor impregnado de confianza filial. Su brazo fuerte confunde a los soberbios. Los grandes y poderosos de este mundo, que se han exaltado por encima de los demás, son devueltos a la verdad de su condición de criaturas. En cuanto a los humildes, son elevados. Los ricos y los hambrientos ven invertida su situación. En cuanto a Israel, el pueblo de la alianza que esperaba el cumplimiento definitivo de las promesas divinas ya anunciadas a Abraham, aquí están, cumplidas, pues Dios se ha acordado de ellas.


Lo extraordinario es que María canta este anuncio de victoria cuando el Salvador... ¡aún no ha nacido! De hecho, en la fe, fue capaz de ver cómo la voluntad de Dios se posaba sobre el niño que ya llevaba en su seno. María sabe, con el conocimiento y la certeza que da la fe, que Dios hace siempre lo que dice. Su Magnificat brota enteramente de la profunda confianza que siempre ha tenido en las palabras que el ángel le dirigió en la Anunciación: "Será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". (Lc 1, 32-33)


Emanuelle Pastore

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