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La reina de Saba o la reina de las mil y una noches

La Reina de Saba atraviesa las religiones monoteístas -se encuentra en el judaísmo, el cristianismo y el islam- igual que atraviesa el desierto: viniendo de lejos, es portadora de todo tipo de imágenes, perfumes y prejuicios sobre lo que significa conocer al otro, averiguar lo que me acerca a él o a ella o lo que me aleja, proyectar en él mis miedos y deseos...


Comencemos por releer los trece versos que evocan a esta misteriosa mujer:

1. La reina de Sabá había oído hablar de la fama que Salomón debía al nombre de YHWH; vino a probarlo con enigmas. 2. Llegó a Jerusalén con un séquito muy imponente, con camellos cargados de especias, oro en gran cantidad y piedras preciosas. Cuando llegó a Salomón, le habló de todo lo que era importante para ella. 3. Y Salomón le dio respuesta a todas sus preguntas: no hubo pregunta tan oscura que el rey no pudiera responder. (...) 13. El rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que deseaba, además de los regalos que sólo el rey Salomón podía darle. Luego regresó y se fue a su país, ella y sus sirvientes. (1 Reyes 10,1-13)

Hay muchos superlativos en esta historia, mucha riqueza, sabiduría, honores, regalos, una sobreabundancia de generosidad. Es una pequeña historia que ha dado lugar a una profusión de desarrollos, una historia de exageración, de caricatura, de caricaturas, diversas según las tradiciones religiosas, pero que precisamente por ser una caricatura, refuerza rasgos que son verdaderos, nos devuelve imágenes magnificadas pero fieles de nuestra realidad.


Lo lejano nos permite desvelar lo cercano, revelar los mecanismos íntimos de nuestros prejuicios, de nuestras formas de pensar, aparecer y ser, de nuestra relación con la sabiduría -es decir, cómo construimos nuestra visión del mundo -, con lo femenino y con lo extranjero. Ahora bien, poder dar cuenta de la propia visión del mundo, de la relación con lo femenino y con lo extranjero, significa que una sociedad ya ha recorrido un largo camino...


En estos mecanismos íntimos de nuestras formas de pensar, hay un continuo ir y venir, una continua vacilación sobre las posiciones a adoptar, los compromisos a aceptar, los prejuicios, los fundamentalismos culturales que a veces se denuncian y a veces se mantienen.

La reina de Saba va a Salomón (2015) de Hocine Ziani. Wikipedia.


Retomando la historia de la Reina de Saba, pero también algunos de los desarrollos nacidos en torno a este personaje en diferentes tradiciones religiosas, declinaré estas idas y venidas en torno a tres cuestiones.


1. ¿Para qué sirve el otro?


Invocada por la omnipotencia de Salomón, según el Corán y ciertas tradiciones rabínicas, y atraída libremente por su sabiduría, según el relato del Antiguo Testamento, la reina de Saba desempeña ciertamente el papel de un espejo del rey Salomón y de la visión del mundo que representa. Viene, o es llevada, a abrazar y dar testimonio de la verdad de esa visión del mundo.


Pero no sólo eso. Para Salomón y el Israel que representa, recibirla también significa aceptar que su sabiduría, su visión del mundo, se mida con otra sabiduría, con otra visión del mundo, y arriesgarse a que su mundo sea mirado por el otro. El Nuevo Testamento lo subraya al presentar de nuevo (Mt 12,42) a la reina de Saba, designada como reina del Sur, para hacer que ella, la reina pagana, juzgue a la generación incrédula de Israel. Por eso es también la figura de los que saben ver, porque vienen de otra parte -mejor que los que están dentro- lo que es esencial para ellos. Puede resaltar las raíces que los que las pisan cada día ya no ven.


2. ¿Quién es ese otro?


¿Qué piezas de identidad construyen este personaje, como un complejo puzzle? Y sobre todo, ¿es ante todo una reina -la reina de Saba es su único nombre en la historia- o una mujer? ¿Llega como embajadora de su pueblo para negociar contratos comerciales o militares, una reina de autoridad incuestionable, intrépida, dispuesta a enfrentarse a meses de viaje aventurero para venir a preguntar acertijos al rey que construyó el templo de Jerusalén?


Es una mujer sabia, valiente, que tiene el coraje de tomar, de recoger la sabiduría de Salomón, un poco misteriosa, que va y viene libremente por el mundo, una mujer que dice sí. Pero he aquí una líder, una mujer fuerte, quizá demasiado fuerte para que las tradiciones religiosas la acepten sin pestañear. Porque una reina, una mujer que manda con inteligencia, una mujer que toma y dice que sí, es sospechosa...: hay algo que no funciona, algo que está fuera del marco y las categorías del fundamentalismo cultural. Su diferencia pone en duda las raíces de quienes hablan de ella. Así que vamos a demostrar que eso no está bien, que una mujer así, que trastorna las categorías consideradas por algunos como "naturales", es una amenaza de vuelta al caos, de vuelta a la indistinción.


Y así, en ciertas tradiciones judías, cristianas y musulmanas, esta reina se convertirá en una bruja peligrosa o en una mujer ingenua y manipulable, es decir, en las dos modalidades de existencia tradicionalmente atribuidas a lo femenino. Y la marca del caos y la confusión que representa se inscribirá en su cuerpo. Así es como -nos dicen estas tradiciones- la reina se presentará ante Salomón en la sala de audiencias del palacio, cuyo suelo está cubierto de cristal; ella, que nunca ha visto tal cosa, creerá -ingenuamente- que el suelo está cubierto de agua y se levantará las faldas. Y Salomón verá... que esta mujer, la gran Reina de Saba, tiene las piernas cubiertas de pelo o los pies como pezuñas de cabra... ¿Cómo podemos conseguir mirar al otro sin quedar atrapados en nuestras raíces culturales, que también están llenas de prejuicios?


3. ¿Qué relación con el otro?


Una cosa muy interesante de esta historia es su final: después de haber recogido la sabiduría de Salomón, la reina se va.


Había muchas mujeres en el palacio de Salomón, pero estaban encerradas en su harén. Viene, se reúne y se va, libre, a su mundo. Esta historia ofrece la estructura de un desplazamiento que permite un encuentro. Esto puede crear algo nuevo. Como dice P. Beauchamp, "lo verdaderamente universal no se consigue en la semejanza sino en el encuentro". Este encuentro puede crear un intervalo a construir, a habitar juntos.


No sabemos qué hicieron juntos ni cuánto tiempo se quedó la reina de Saba. Pero, ¿significa esta salida renunciar al largo plazo? ¿Decir que cada uno vuelve a su mundo significa que al final todos estamos mejor en casa? Pues bien, tal vez necesitemos esta modalidad de ida y vuelta para construir un intervalo común en el que se reúnan, pero no se confundan, las diferentes identidades.

El embarque de la reina de Saba, de Claude Lorrain, óleo sobre lienzo. Wikipedia.


Y en cualquier caso, si hemos de creer a las tradiciones posteriores, este encuentro no termina ahí, deja huellas, por así decirlo. En particular, hay toda una serie de tradiciones que cuentan cómo la reina de Saba volvió embarazada de su visita a Salomón. Un niño cuya identidad es una mezcla, esto es siempre el caso, pero aquí aún más visiblemente.


Para algunos, el niño será un hombre famoso al que conoceremos más tarde, Nabucodonosor por ejemplo, y esto permite situar a la reina de Saba en una cadena de mujeres que producen personajes famosos, de los que hay muchos en los relatos bíblicos. Para otros, los hijos de la reina de Saba son los judíos de Etiopía, los falashas, cuyo antepasado, Ibn Hakim, "el hijo del sabio", sería pues el hijo de Salomón. Para otros, esta visita es uno de los fundamentos de la Iglesia copta etíope, gracias al niño que nació de ella, Menelik I.

Todo ello muestra cómo esta huella puede descomponerse en caminos de éxodo e integración, lo larga que es la historia y lo largo y complejo que es el trabajo que convierte una huella en una nueva generación.


Podríamos añadir muchas otras historias que retejen las identidades de otras maneras, refiriéndose a otras formas de construir el intervalo de este encuentro. Una de las preguntas que quedan es cómo tener el valor de habitar este intervalo sin preocuparse por... ¡el pelo de las piernas!


Corinne Lanoir

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