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Llévala en tu corazón, tenla siempre en tu mano, en tu boca!

¡Aquí hay una maravillosa invitación a leer la Biblia! Es el bello prefacio de la Biblia de Teodolfo (755-820), obispo de Orleans. Aparece en una de las seis Biblias manuscritas que llevan su nombre. Esta obra maestra se guarda en la catedral de Le Puy-en-Velay. En uno de los poemas firmados con su nombre que aparecen en la obra, el obispo indica que hizo hacer el manuscrito por amor a Dios.

El manuscrito digitalizado puede consultarse en el siguiente enlace: http://initiale.irht.cnrs.fr/codex/3657


Aquí está el texto del prefacio:

"Los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, por dos caminos que se unen, conducen a los mortales a las moradas celestiales. En ellos está este alimento, este alimento inmortal, que satisface el hambre de los justos y los excita, mientras los satisface. De hecho, todas las cosas más maravillosas que la invención humana dio a luz fluyen en las Sagradas Escrituras... Cuenta hechos, para dar un vistazo a los misterios. Celebrar grandes eventos, nos hace sospechar de otros aún más grandes. Sabe combinar tan bien la grandeza con la simplicidad que, bajo una apariencia común, esconde preciosos tesoros. En eventos pasados, revela el futuro. Al hablarnos de ellos, nos da instrucciones admirables. Cuando describe acciones, nos enseña cómo actuar; cuando nos cuenta algo hecho, nos enseña cómo hacerlo.
No hay nada desalentador en su oscuridad. No hay nada cansado en su ligereza. En el primer caso, no se cansa, y en el segundo, no se vuelve vil. Aquí, es la esperanza la que sostiene, allí, uno disfruta rápidamente de sus tesoros. Aquí, ejercita la inteligencia a través de sus misterios, allí, uno disfruta de lo que ha encontrado. En los lugares donde es oscuro, abre un vasto campo a las luchas de la ciencia, mientras recrea el alma ignorante por su noble simplicidad.
Ella es el pan de los fuertes. También es la leche de la infancia. Si a algunos les proporciona alimentos sólidos, a otros les proporciona alimentos más ligeros al mismo tiempo. A veces burbujea como un vino generoso, a veces se suaviza como el jugo de oliva. Al inspirar a los hombres con mil sentimientos diferentes, los lleva a la misma felicidad.
Normalmente, las cosas se vuelven insípidas por el uso frecuente. Al contrario, su lectura asidua no engendra aburrimiento, y cuanto más se entiende, más se busca. Otros libros cansan la atención a fuerza de meditación. Para este, cuanto más meditamos en él, más nos apegamos a él...
Abre la puerta de tu alma cuando se acerque. Que esté libre de toda mancha, y que sea digno de servir de asilo al propio Autor de esta santa ley. Que baje con ella para explicárselo... Medita frecuentemente sobre esta santa ley. Atiende día y noche a sus saludables consejos. Llévalo en tu corazón, tenlo siempre en tu mano y en tu boca. Mientras corriges las faltas de los demás, deja que la Sagrada Escritura corrija las tuyas...
A la hora de acostarse, dejad que siga encontrando su lugar al lado de vuestra cama, y cuando el sueño se filtre por vuestros párpados, dejad que venga a vosotros de inmediato. No sólo para que aprendan, sino para que sean justos. Ambas cosas son buenas, aunque una supera a la otra. Porque el Todopoderoso no te hará responsable de tus palabras, sino de tus acciones. Sin embargo, puedes complacerlo en ambos.
Aprende leyendo, practica a menudo, aprende practicando. Que este sea un camino del que nunca se desvíe en el estudio de la ley divina.
Que su ejemplo sirva de apoyo a sus discursos. Lo que enseñas, lo haces y lo que haces, lo enseñas. Para que tus obras no contradigan tus palabras, ni tus palabras contradigan tus acciones. Además, que ambos caminan en el mayor acuerdo. »


Emanuelle Pastore

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