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El Adviento, tiempo de espera y de consuelo

El Adviento, el advenimiento de un acontecimiento: la Eternidad de Dios atraviesa y se encuentra con el tiempo humano...


Por eso el Adviento es el tiempo que nos invita a dejar espacio a Dios, como nos invita el profeta Isaías: "Ensancha el espacio de tu tienda..." (Is 54,2) ; a su vez, Jesús le pedirá a Santa Catalina de Siena: "¡Hazte capacidad, que yo me haré una fuente!"

Desierto del Néguev, reconstitución de la tienda del encuentro.

Foto: BiblePlaces


Un tiempo de "consolación": es la apertura del libro del Segundo Isaías, un texto retomado en el tiempo de Adviento: "Consolad, consolad a mi pueblo", dice vuestro Dios, "hablad al corazón de Jerusalén y gritadle que su servicio se ha cumplido". (Is 40,1-2) y para asegurarnos de la permanencia y estabilidad de esta promesa frente a nuestras promesas incumplidas, Isaías añade unos versos más abajo:

"La hierba se seca, la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre". (Is 40,8)

Flor en Samaria.

Foto: BiblePlaces


Hay que aclarar la riqueza del término hebreo que traducimos como "consolar": se trata de "dejar respirar al otro", es decir, de recuperar el aliento, de encontrar en lo más profundo de nuestro ser ese Soplo de Dios que siempre ha habitado en nosotros, pero que tenemos más o menos ahogado por "las ansias, las riquezas y los placeres de la vida..." (Lc 8,14); es escuchar la invitación del libro del Apocalipsis:

He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre su puerta, entraré a cenar con él, yo con él y él conmigo. (Ap 3,20)

Este es el "consuelo" de nuestro Dios: una invitación a compartir la vida trinitaria. Pero "nosotros los cristianos, sucesores de Israel, encargados de mantener la llama de la esperanza, ¿qué hemos hecho con la expectativa? (Teilhard de Chardin)


Porque la "espera" es lo que caracteriza el tiempo de Adviento, y una persona aparece en este tiempo de preparación de la venida de Cristo: Juan el Bautista. Su ministerio es absolutamente único. Los profetas que precedieron a Juan el Bautista DESCRIBIERON al Señor que iba a venir, él lo DESIGNÓ: "He aquí el Cordero de Dios..." (Jn 1,29)

Ein Kerem, Judea, hogar de Isabel y Zacarías, lugar de nacimiento de Juan el Bautista. Fotos. E. Pastore


Un personaje sorprendente, ya que fue "reservado" por Dios desde su nacimiento (Lc 1,15). En la Visitación, ante el saludo de María, saltó de alegría en el seno de su madre (Lc 1,44): ¿no es él quien se "reservó" para la alegría de oír la voz del Señor? Juan el Bautista aparece como aquel que se reservó sólo para esta alegría; no quiso otras alegrías, no quiso ser consolado por nada más... Desde que conoce lo que es la verdadera alegría, no puede conocer ninguna otra alegría... Entre la alegría de su primer encuentro con Jesús y la alegría del bautismo, cuando el Amigo del Esposo "se alegrará" porque oirá la voz del Esposo, sólo hay un período, el del desierto, es decir, el del silencio de todo lo que no es Dios...

Monasterio de San Jorge, Wadi Qelt, Israel.

Fotos: E. Pastore


Una figura sublime del tiempo de Adviento, que al mismo tiempo nos atrae y nos perturba, que nos saca de la indiferencia y de la distracción... Para ello se necesitaba un "testigo": el testigo es aquel que Dios introduce en la visión de las cosas, que Dios retira al desierto para unirlo a su alegría; Juan el Bautista es verdaderamente el "testigo", es decir, el que señala a Cristo a los hombres.


Más que un simple personaje, nos dice lo que debe ser una "persona", es decir, etimológicamente, per-sona el que deja pasar la Palabra por él, la deja resonar en su interior, la hace resonar para anunciarla a los hombres.

Quien vaya a creer en Cristo Jesús, el espíritu y la virtud de Juan deben entrar primero en su alma... hasta el día de hoy el espíritu y la virtud de Juan preceden al advenimiento del Señor Salvador. (Orígenes)

Hna. Marie-Christophe Maillard

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